Identidad cultural y globalización

¿Cómo se enfrentan las identidades culturales diversas a los procesos de homogeneización fruto de la globalización? Desarrollo y codesarrollo como estrategia geopolítica frente a los ciclos de flujo migratorio.

images

La diversidad está en peligro de extinción. Como si de un animal se tratase, la diversidad cultural se encuentra en un momento histórico donde ha de ser protegida. Ha de ser salvaguardada en tanto que, el biopoder en el sentido de Foucault (2002) donde los estados modernos explotan numerosas y diversas técnicas para subyugar los cuerpos y controlar a la población, está a la orden del día.

Estas relaciones de dominación y subordinación que genera la biopolítica, implanta unas dinámicas a lo largo del planeta tierra cuyo objetivo final es, establecer un modelo económico capitalista que tiende a la homogenización de la población mundial en todos sus aspectos.

La perversión del asunto está en la obsesión de “arrasar” con todos aquellos pueblos que no están insertos dentro del sistema capitalista, para instaurarlo a sangre y fuego, aún sabiendo que se trata de un sistema que falla, que es caduco y que genera desigualdades donde quizás antes no existían o no eran tan acentuadas.

Tras la conformación de los estados-nación, con un planteamiento ideológico contradictorio entre una pluralidad cultural frente a los intereses hegemónicos del grupo dominante, se fue conformando una sociedad que en base a unos supuestos intereses comunes, tuvo como fin homogeneizarlos.

“La práctica del asimilacionismo es muy antigua. Una muestra de ello son las políticas de homogeneización lingüística y cultural cuando no religiosa, de los países europeos en el periodo de formación de los estados-nación”. (SEMSI, 2003; 37)

Así la diversidad sociocultural, económico-productiva y político-administrativa de los grupos étnicos se disolvía poco a poco, generando una lucha constante por la reivindicación de la autonomía y autogestión de su dinámica sociocultural y productiva. (Véase Catalunya o País Vasco en el caso español)

Bajo este planteamiento ideológico de los estados modernos, se comenzaron a usar como nuevas técnicas de estrategia económica, el desarrollo y el codesarrollo. De esta forma el discurso dominante y occidentalizado del Estado, somete a los grupos subalternos a los esquemas “eurocentristas” de dominación.

La racionalidad de occidente no es la única forma de comprender el mundo, son muchas y distintas, un ejemplo alternativo al hegemónico es la ecología de los saberes, que trata de crear una nueva forma de relación entre el conocimiento científico y otras formas de conocimiento;

“Al darles voz a la resistencia contra el capitalismo global, tornan visibles las realidades sociales y culturales de las sociedades periféricas del sistema –mundo donde la creencia en la ciencia moderna es más tenue, donde las vinculaciones entre la ciencia moderna y los designios de la dominación colonial e imperial son más visibles, y donde otras formas de conocimiento no científico y no occidental persisten en las prácticas sociales de vastos sectores de la población” (De Sousa Santos, 2009; 117)

Desde un punto de vista occidentalocéntrico, la razón occidental es “superior”, por ello ha de extenderse como si del nuevo evangelio se tratase. Estas nuevas formas de colonialismo tienen su origen en la intención de controlar los flujos de migraciones en favor del capital, ya sea como mano de obra no cualificada o en la descentralización de empresas, y de otro lado la explotación de recursos naturales ajenos.

No fue casual el discurso sobre la era del desarrollo que aquel 20 de Enero de 1949 el presidente electo de los EE.UU lanzó al mundo. Lo que Truman estaba anunciando fue la era de la hegemonía norte-americana a la que más tarde se uniría Europa.

Así quien tiene el poder para marcar la diferencia, tiene el poder para definirse superior. De esta manera la identidad dominante se reproduce por la negación del “otro” y con la disputa por la identidad subalterna del “otro”, justificando mediante la identidad una forma de dominación y de producción del saber.

Para adentrarnos en cómo los países que se autodenominaron “desarrollados”, construyeron los “otros” como “subdesarrollados”, una categoría cerrada y uniforme, en primer lugar es necesario conocer como se articularon y articulan los flujos migratorios.
Europa ha sido lugar de partida y de llegada, en la historia moderna una partida provocada por la transición demográfica donde fueron muchos los europeos que cruzaron el charco a “hacer la América”, y tierra de llegada tras la revolución industrial con la demanda de mano de obra.

En los movimientos migratorios hay dos caras de una misma moneda, moneda que está en occidente y que tiene mucho que ver con los estereotipos que se tienen sobre el “perfil” de los migrantes y con la sociedad del riesgo que vivimos, donde las migraciones se construyen como una invasión desde los países denominados pobres a los países ricos.
Como señala Christophe Daum en “Fenómenos migratorios y desarrollo de los países de origen”, la migración está rodeada de estereotipos, ya que la mayor parte de los emigrados censados en el mundo se desplazan a un país del mismo continente y solo una pequeña parte se establece en Europa.

Esto se debe a que las migraciones lejanas son complejas, por la inversión económica que requieren junto a los dispositivos de cierre de fronteras que se les presenta. El cierre de fronteras como mecanismo de control se une al que se da en origen, ya que la sociedad de salida elige a la persona más idónea de la comunidad para emprender el viaje, que a diferencia de lo que se cree, suelen ser personas de clase media en sus países de origen, por lo que no es la pobreza ni la miseria lo que empuja a la emigración hacia Europa, sino una estrategia familiar de diversificación de ingresos.

Este discurso muy extendido en occidente de la invasión, olvida algo primordial, y es que los ciclos migratorios se dan debido al menos a una variable muy importante, la necesidad de mano de obra de países industrializados que comenzó en el periodo de la posguerra.

Son los “medios de comunicación” junto a quienes producen el conocimiento hegemónico bajo los intereses del poder, quienes se han encargado de mediatizar las migraciones como un problema, exagerando y agrandando este fenómeno, de tal manera que se funda una percepción negativa de la misma, cuanto menos bajo un alegato de regulación estricta, incluso desde los sectores más izquierdistas.

Estos factores descritos hacen que sea importante conocer la complejidad del flujo migratorio, particularmente, en un contexto de globalización;
“Las migraciones transoceánicas del siglo XX han dado paso a un proceso mucho más dinámico, en el que se comprenden las migraciones trasfronterizas, las internas, las transnacionales, las voluntarias y las forzadas, así como el tráfico de seres humanos” (Malgesini, 2010; 210)

Este espacio transnacional modifica las lógicas de las migraciones, que junto a la crisis económica mundial ponen en el candelero las relaciones entre autóctonos y alóctonos.
Así podremos entender la doble cara de la moneda de la que hablábamos anteriormente, mientras se nos muestra la inmigración como un problema que hay que regular, esas regulaciones se tornan más o menos restrictivas dependiendo de las necesidades económicas y sociales de occidente;
“En 2008, la Unión Europea planteaba que la inmigración es y seguirá siendo necesaria para el continente, aunque solo se deberá aceptar aquellas personas extracomunitarias que migren de forma regular” (Malgesini, 2010; 212)

Este discurso se adapta al contexto socioeconómico de crisis, donde el ciclo de la migración se encuentra actualmente en su fase de expulsión. A partir del mensaje de la necesidad que tiene la Unión Europea de esos flujos migratorios regulados, se puede vislumbrar que la regulación va desde las leyes a como son percibidos y tratados en los países receptores, y de manera implícita como tienen que comportarse.

Como bien sabemos, a lo largo de la historia las formas de gestionar la diversidad cultural por parte de los poderes públicos y de las elites dominantes, han sido muy distintas.

La tipología del estadounidense Gordon (1964) distingue tres modelos de organización etnocultural; asimilación, fusión y pluralismo, que si bien se iniciaron en EE.UU fueron adoptados por Europa.

El asimilacionismo a grandes rasgos se puede entender como las estrategias políticas de un país para que los grupos étnicos minoritarios realicen un cambio cultural en favor de una supuesta homogeneidad del país receptor. Así se enfrenta de nuevo a un “nosotros” y a un “ellos”, donde si “ellos” están dispuestos a convertirse en “nosotros”, obtendrán la recompensa de formar parte de la sociedad como plenos ciudadanos de derechos.

Sin embargo, al no tener en cuenta otros factores y sin entrar a hacer una crítica sobre la política misma, la asimilación es una falacia ya que incluso cuando estos grupos adoptan todos los patrones culturales del país receptor, tienen muchas probabilidades de seguir siendo discriminados por razón de color de piel, de origen, de acento,…

Estos procesos de exclusión de quien no asimila el modelo hegemónico se hace más patente en aquellos grupos étnicos que no forman parte de occidente, mayor discriminación cuando la variable clase y género lo atraviesa. Es fácil ver que la globalización, entendiendo esta como adoptar los cánones y formas de vida que el modelo defiende, excluye tanto en el Norte como en el Sur.

Como crítica al asimilacionismo surge el melting pot o fusión cultural que argumenta que una identidad cultural de un país, debe configurarse a partir de las contribuciones de todos los sectores en él representado o a él incorporado. Este modelo tal como fue pensado tenía sentido en países como EE.UU que fueron formados a partir de la colonización o emigración.

Aun así las críticas giran en torno a que no deja de ser una variante del asimilacionismo, ya que ambas culturas, tanto la receptora como la emisora ven alteradas sus patrones culturales originales. Además el objetivo o la consecuencia de este modelo igualmente es crear una sociedad homogénea.

Por último dentro del modelo de pluralismo cultural se sitúan tanto la interculturalidad como la multiculturalidad.

Fue en los años sesenta y setenta cuando surgió el termino multiculturalismo como respuesta anti-asimilacionista y como reacción a los procesos de uniformización de la globalización. En teoría defiende el derecho a la diferencia y la igualdad de oportunidades y trato, sin embargo algunos autores la tachan de una nueva ideología del postracismo en el capitalismo global postcolonial, que reivindica la mera coexistencia sin apostar por la convivencia y la interculturalidad, convirtiéndose así en un modelo que es esencialista y estático.

Las carencias encontradas en el multiculturalismo impulsó la aparición de la interculturalidad que contempla la convivencia de todas las formas culturales con los
conflictos propios de la interacción, siendo estos regulados. Bajo este modelo surge la figura del mediador cultural, una de las funciones de la antropología aplicada.

Debido a que interculturalidad es un término en formación y relativamente reciente, es complejo hacer un análisis que no sea precipitado, al ser un proyecto sociopolítico su éxito dependerá de cuales sean los objetivos reales y la forma en que se articule, de modo que esa interacción entre grupos étnicos se dé en un plano de igualdad.

Que se respete ese plano de igualdad parece una utopía en un contexto socioeconómico como el actual donde las políticas que siguen las “recomendaciones” de la UE, aunque con el beneplácito de la derecha más rancia, no hacen más que restringir derechos a los ciudadanos migrantes, donde el control policial se recrudece, la xenofobia se acrecienta, hasta tal punto que la represión tiene como objetivo la expulsión sino directa, indirecta.
Los poderes políticos deberán estar con los ojos muy abiertos ante la oleada de xenofobia que este tipo de políticas conllevan, porque como bien sabemos el nuevo racismo ya no necesita ese supuesto cientificismo, inexistente por otro lado. Esas antiguas formas de racismo están aun en el imaginario colectivo, pero estas nuevas surgen como un sistema social de dominación del grupo blanco occidental sobre pueblos no blancos con un tinte principalmente económico.

Tras una breve exposición sobre cómo se percibe y se gestiona la diversidad en occidente, como se trata a los “otros” en “casa”, pasamos a ver cómo se va a sus “casas” a seguir tratándolos como los “otros”.

Volvamos pues al término desarrollo ¿Qué se entiende por desarrollo? Una mente atrapada en el etnocentrismo tendería a definir el desarrollo dentro de unos parámetros muy concretos, ya sean económicos o tecnológicos. Pero aunque parezca obvio, no todos los grupos humanos entienden el desarrollo de la misma manera, y esto quienes se dedican a capitalizar el mundo, no lo tienen nada claro.

Las elites que gobiernan el planeta son quienes mediante el truco del desarrollo, bajo un falso discurso de que poseen los conocimientos superiores, arrancan los bienes de
producción de los pueblos y les imponen una forma de gestionarlo que a la larga crean dependencia y sufrimiento.

Sin embargo autores como Rodolfo Stavenhagen , defensor de los derechos humanos de los indígenas, conocen bien otras posibilidades. Fue él quien propuso como alternativa el etnodesarrollo, se trata de un desarrollo desde abajo hacia arriba, de la periferia a los centros, donde el grupo étnico es la unidad político-administrativa con autoridad sobre su propio territorio y capacidad de decisión en los ámbitos que constituyen su proyecto de desarrollo dentro de un proceso de creciente autonomía y autogestión.

Otro de los creadores de conocimiento del sur, Orlando Fals Borda vio en la participación social (IAP) la solución a la dominación y a las políticas de desarrollo, una metodología que se basaba en un modelo más simétrico, contra opresivo y sobre todo una expresión de activismo social. Se trata de dar la voz a aquellos/as que han sido amordazados/as, eliminando la figura del megáfono que media entre la voz y el mensaje final, es decir, la figura del/la mediador/a que debe tender a disolverse, una vez conseguido el objetivo primigenio; que los sin voz sean oídos. “La tarea principal para la IAP es aumentar no solo el poder de la gente común y corriente de las clases subordinadas, debidamente ilustradas, sino también su control sobre el proceso de producción de conocimientos, así como el almacenamiento y uso de ellos” (Fals Borda, 1980; 14) De esta manera propone una forma de romper con el poder hegemónico y el paternalismo y dependencia que traen consigo el modelo de desarrollo. En una línea parecida desde la Antropología Aplicada, Sol Tax propuso la “action anthropology” donde la producción de conocimiento de la disciplina sirviera para generar un impacto positivo en la vida de las personas que se está estudiando, en un proceso de acompañamiento donde son ellos quienes marcan el camino; “All over the world there are communities of people under pressure to change their ways. In anthropology this is often called the acculturation situation […] Cultures are always changing, of course, but they do not always change in the direction of another culture.” (Tax, 1957; 514)

Pero a los responsables de reproducir estas relaciones de dominación y subordinación no les interesa otras formas alternativas de entender el desarrollo, que bajo una supuesta participación, como señala Esteva (2000) se esconde una trampa manipuladora para involucrar a las gentes en luchas por obtener aquello que los poderosos le quieren imponer, precisamente lo que Fals Borda quería evitar. El desarrollo es así visto como una evolución unilineal donde el estadio ultimo se encuentra inmerso en el modo industrial de producción, donde se es civilizado en tanto que se da un alto nivel de producción. Este postcolonialismo expropia a los pueblos la posibilidad de autogestionarse y de autoreafirmarse como grupo identitario. Y no solo les expropia, además les hace culpables de su falta de desarrollo. Dentro de las lógicas capitalistas el desarrollo o la riqueza no podrían medirse como en Bután con la Felicidad Nacional Bruta (FNB), sino que se mide en parámetros únicamente económicos, la renta per cápita, dejando patente como dice Lewis (1955) que lo que interesa es el crecimiento y no la distribución. Naciones Unidas (1962) se apresuró a remarcar que además de crecimiento, el desarrollo implicaba un cambio social, siendo clave la mejora de la cualidad de vida. De esta manera no se contemplaba que el crecimiento rápido puede generar y genera desigualdades. De hecho, años después de que los programas de desarrollo fuesen implantados se constató que los objetivos no se cumplían y que no se había conseguido un progreso satisfactorio. Fue en los años ochenta cuando se dieron cuenta que es un error de libro intentar imponer un modelo cultural único en todo el planeta, periodo que fue denominado “la década perdida para el desarrollo”. Tras el fracaso ya en la década de los noventa se pretende el redesarrollo, que presenta distintos retos para el Norte y el Sur. Lo que se anuncia como un desarrollo sostenible puede esconder una estrategia para reproducir el desarrollo ya practicado.

El Homo economicus no se sacia fácilmente, y es difícil luchar contra él; “Hoy, el sentido común está tan inmerso en el estilo de pensar económico que ningún hecho cotidiano que lo contradiga parece suficiente para provocar una reflexión crítica sobre ese carácter atribuido a la realidad social” (Esteva, 2000; 90)

Un sistema que nos viene impuesto, que se presupone absoluto, que no admite ser cuestionado, donde grandes especuladores y mercados como si de entes abstractos se tratasen, anteponen el máximo beneficio económico a cualquier otro, no pueden regir
las normas para construir un mundo justo, ya que el principio de reciprocidad brilla por su ausencia; “La economía de mercado determina la cultura de toda la sociedad y de sus miembros no sólo porque en la organización de la producción y distribución de bienes “el móvil de la ganancia deba sustituir al de la subsistencia” […] “sino porque eleva dicho móvil “al rango de justificación de la acción y del comportamiento en la vida cotidiana”. (Polanyi, 2007; 81,66)

Así aquellos pueblos que aceptan “voluntariamente” las ayudas al desarrollo, quedan atrapados en un modelo que modifica sus vidas por completo.

Cerca del desarrollo se sitúa el codesarrollo, que surgió en Francia a finales del año 1997 y se expandió por el continente y más tarde a nivel internacional, como señala Daum. El termino codesarrollo fue acuñado por Sami Naïr, que lo definía como una propuesta para integrar inmigración y desarrollo de forma que ambos países, el de envío y el de acogida, puedan beneficiarse de los flujos migratorios. Como estrategia política consiste en disminuir las causas de emigración, en el control de los flujos migratorio y en la gestión de la ayuda al desarrollo. De esta manera los países receptores de migración firman acuerdos de cooperación con los países emisores, con el fin de adecuar las condiciones de vida para que las personas no emigren. De otro lado los países receptores refuerzan el control de sus fronteras y tratan de expulsar a los inmigrantes que se encuentran en situación irregular, ya sea mediante el retorno voluntario o la fuerza policial, para finalmente firmar acuerdos bilaterales para controlar esos flujos migratorios. Institucionalmente fue usado por primera vez en la cumbre de Tampere donde uno de los diez principios que se establecieron decía así “Gestión común de los flujos migratorios con un reforzamiento de los controles en las fronteras exteriores”, que años más tarde se dio en llamar “Fortaleza Europea” aplicando políticas de aislamiento frente a países terceros, todo ello bajo el control de lo que en 2002 se bautizó como Frontex, Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores de los Estados miembros de la Unión.

Son muchas las connotaciones que el termino codesarrollo puede plantear, Malgesini agrupa en tres planos las distintas formas en que puede materializarse. El primero es el codesarrollo espontaneo, donde podrían incluirse las remesas que son fruto de la interacción informal entre personas del país receptor y del país emisor. El segundo, el codesarrollo normativo que son las políticas, planes y programas, las normas de intervención en materia de desarrollo. La tercera es el codesarrollo comunitario que engloba las actividades que se organizan entre inmigrantes y asociaciones. Si bien es cierto que existen críticas a las desigualdades que generan las remesas, mi denuncia va en otro camino, hacia aquella que desde el Banco Mundial junto a los organismo que intervienen en el desarrollo intentan estructurar en base a esas remesas, es decir, la intención de gestionar el dinero ajeno; “El capital tanto humano como financiero del emigrante le pertenecen y por lo tanto es él el que debe decidir sobre su uso” (Garson, 2003)

La pretensión de occidente va más allá, ya no solo se afanan en exportar el modelo sino que también se toman la licencia de decirles cómo y en que tienen que gastar su dinero, por no hablar de la promoción de los microcréditos y el endeudamiento que conlleva a quienes lo aceptan. Por ello, las políticas de desarrollo son cada vez más cuestionadas; “La idea de desarrollo al parecer está perdiendo parte de su fuerza. Su incapacidad para cumplir promesas, junto con la resistencia que le oponen muchos movimientos sociales y muchas comunidades está debilitando su poderosa imagen…”(Escobar, 2007:23)

No estaría de más considerar que esa forma etnocéntrica de occidente de gestionar la diversidad tiende hacia una homogeneización cultural, se refuta pues la hipótesis de partida, la diversidad está en peligro de extinción. Es responsabilidad de todos entender y hacer entender que la forma de comprender el mundo no es únicamente la que la razón de occidente dicta, son muchas y distintas, y el foco debería centrarse hacia ese camino con la intención de construir alternativas más justas e igualitarias.

Bibliografía:

CALAVIA, Oscar. (2007) ¿Antropólogos, ONGs e indígena: antropología académica y antropología en acción en el ACRE (Brasil), en Calavia, Gimeno y Rodríguez (eds.) Neoliberalismo, ONGs y pueblos indígenas en América Latina. Madrid: Sepha.

CERNEA (1995) “El conocimiento de las ciencias sociales y las políticas y los proyectos de desarrollo”, en M. Cernea (coord.) Primero la gente. Variables sociológicas en el desarrollo rural. Fondo de cultura Económica: México.

DAUM, Christophe (2010) ¿Fenómeno migratorio y desarrollo de los países de origen?, en Migraciones y desarrollo. Coordinadora ¿ONG i altres Moviments Solidaris de Lleida, Centre de Cooperaciò per al Desenvolupament Rural. Lleida.DE SOUSA, Boaventura (2009) Una epistemología del sur. Siglo XXI editores: clacso, México.

ESCOBAR, Arturo: Antropología y desarrollo. http://www.unesco.org/issj/rics 154/escobarpa.html

ESTEVA, Gustavo (2000) Desarrollo, en Viola, A. (comp.) Antropología del desarrollo. Barcelona: Paidós.

FALS BORDA, Orlando (1980) ¿La ciencia y el pueblo: nuevas reflexiones?

FOUCAUL, Michael (2002) Vigilar y castigar. Siglo veintiuno editores, Argentina.

LEWIS, David (1999) “Revealing, widening, Deepening? A Review of the Existing and Potential Contribution of Anthropological Approaches to “Third-Sector” Research”, Human Organization, vol. 58.N.1 Págs: 72-81 xico.

MALGESINI, Graciela (2010) Conceptos, enfoques y herramientas del codesarrollo en un contexto de crisis. Lacomba y Falomir (coord.) De las migraciones como problema a las migraciones como oportunidad. Madrid: codesarrollo y movimientos migratorios. La catarata, págs.209-232

PORTES, Alejandro (2012) Sociología económica de las migraciones internacionales. Barcelona: Anthropos.

Servicio de Mediación Social e Intercultural (2003) El concepto de mediación intercultural en el SEMSI, Madrid: Ayto. de Madrid y UAM.

STÉPHANE HESSEL (2009) Hacia nuevas solidaridades. Diez diálogos sobre cooperación al desarrollo. Madrid: La Catarata

TAX, Sol (1957) 

http://www.jstor.org/discover/10.2307/2741627uid=3737952&uid=2&uid=4&sid=21103345479557